La Ideología de Género emerge como una categoría de análisis de la realidad social y política a finales del Siglo XX y comienzos del Siglo XXI. De contornos difusos y ambiguos, podemos decir que, centralmente, supone una antropología que considera que lo femenino y lo masculino son dimensiones de origen cultural en el ser humano, quitando toda relevancia al dato biológico. De esta forma la Ideología de Género sería una clave de interpretación de la sociedad que pretende discernir y denunciar los condicionamientos culturales que oprimen a la mujer a la vez que promueve iniciativas para liberar a la mujer de esos condicionamientos.
No es nada nuevo el que aparezcan ideologías cuyo motor es el odio. A lo largo del pasado siglo, surgió una ideología que se basaba en el odio de clases, el marxismo. También emergió otra ideología cuyo pilar era el odio entre razas, el nazismo. Hoy tenemos una ideología que pretende sustituir a las anteriores fracasadas cuya fundamentación se basa en el odio entre sexos. La Historia nos ha mostrado que las dos primeras ideologías causaron mucho dolor en todo el orbe. La tercera, la ideología de género, también lo hará.
Ideología del género
La ideología de género es la última rebelión de la creatura contra su condición de creatura. Con el ateísmo, el hombre moderno pretendió negar la existencia de una instancia exterior que le dice algo sobre la verdad de sí mismo. El género –«gender» en inglés– nació en el ambiente de las ciencias humanas de inspiración freudiana. Apareció en 1955 en los Estados Unidos: John Money, psiquiatra de Harvard, ante unos casos de hermafrodismo, introdujo el concepto de «gender role» que definió: «son todas las cosas que una persona dice o hace para demostrar que tiene estatuto de hombre o de mujer». Así, esa nueva noción del papel social como fuente de la identidad sexual contenía en germen todo el proyecto ideológico del género, tal y como se desarrolló en los siguientes decenios.
Treinta y cinco años más tarde, en los años 1990, Judith Butler, que sigue siendo el líder de la revolución del género, declaró que las palabras «sexo» y «género» ya no son sustantivos, sino… verbos. Eso significa que el individuo, hombre o mujer, será lo que él o ella decidan decir y hacer. Afirmó que «ser hombre o mujer no es algo que se es, sino algo que se hace».
Algunos conceptos básicos sobre la identidad sexual
Los especialistas distinguen tres aspectos, entrelazados entre sí, que forman la identidad sexual de la persona.
Estos tres aspectos son: el sexo biológico, el sexo psicológico y el sexo sociológico. Es decir estos tres aspectos no son comportamientos estancos, porque en el hombre y en la mujer existe una profunda unidad entre las dimensiones corporales, psíquicas y espirituales: una gran interdependencia entre lo biológico y lo cultural.
¿Qué es el sexo biológico?
Es la corporeidad de una persona. El sexo biológico viene determinado por los cromosomas XX en la mujer y XY en el varón. Estas bases biológicas intervienen profundamente en el organismo, como se ve en las diferencias estructurales y funcionales del cerebro masculino y el femenino.
¿Qué es el sexo psicológico?
Son las vivencias psíquicas como varón o como mujer. Esa conciencia psicológica se suele formar a los dos o tres años y coincide habitualmente con el sexo biológico, aunque haya excepciones a causa de la educación que se haya recibido.
¿Qué es el llamado sexo sociológico o civil?
Es la percepción del sexo por el entorno. En esto hay muchos cambios, ya que esa percepción social es fruto de procesos históricos y culturales: hace unos siglos no se concebía a una mujer como militar, por ejemplo. Además de esto, hay otros factores que conviene tener en cuenta. Hay que distinguir, por ejemplo, entre identidad sexual, orientación sexual y conducta sexual:
Identidad sexual
El hombre y la mujer sienten, experimentan y razonan de forma distinta, aunque sea difícil establecer lo “típicamente femenino” y lo “típicamente masculino”. Es una misma naturaleza humana que se posee de modo distinto. Eso significa que la unidad y la igualdad entre el varón y la mujer no anula las diferencias entre ellos. Orientación sexual: heterosexualidad, homosexualidad y bisexualidad. Conducta sexual: es otro asunto, muy ligado a lo anterior, pero no determinado, ya que no todas las conductas sexuales responden a las propias orientaciones sexuales. Y está, por último, el hecho biológico: sólo la mujer puede ser madre y sólo el varón puede ser padre.
Esta la segunda vez que la civilización se tambalea. Pero como la ocasión anterior –hace casi dos milenios-, el peligro no está en el exterior. Al mayor imperio de la Antigüedad no lo hundieron, en última instancia, los hunos o los vándalos sino que se hundió él solo. Es más fácil de lo que parece, dejas de creer en ti mismo y te suicidas… físicamente: dejas de tener hijos. Ya puedes ser la potencia más grande del mundo, la más extensa, la más rica, la más desarrollada. Eso era Roma hasta el siglo IV.
Pero se durmió en los laureles, imaginó fatuamente que era posible tener el paraíso en la Tierra, desterrar el dolor y el sacrificio, y eso es metafísicamente imposible si se quiere sacar una familia adelante, trabajar sin descanso y mantener una prole. Porque cansa y cuesta. Así que decidió destruir la familia e institucionalizar el carpe diem. No lo digo yo, lo dicen los grandes tratadistas de aquella caída a cámara lenta: Mommsen, Gibbon o Hilaire Beloc.
Las civilizaciones no se pierden en el campo de batalla sino en el lecho conyugal. Te cargas el matrimonio y principia la ruina. Y eso es lo que hicieron los romanos, como deja constancia Séneca cuando observaba que las patricias no contaban los años por los nombres de los cónsules sino por los nombre de sus sucesivos maridos. Sin familia no hay civilización.
Occidente (EEUU-UE y aledaños) es ahora el imperio más extenso, más rico y más desarrollado de la Historia, pero a pesar de que ha puesto un hombre en la Luna, inventando la crema anti-aging y clonado ovejas, no aprende de los errores del pasado.
Y no sólo no aprende sino que en su remake de la caída de Roma incluye la puntilla: la ideología de género. El Imperio decadente no sólo sustituyó a la familia por relaciones contra natura sino que quiso imponerlas por ley. Los césares exigían que sus cortesanos aplaudieran sus extravagancias, como cuando Calígula nombró cónsul a su ¡¡caballo!! Y quien osaba discrepar ya sabía lo que le esperaba. Igual que ahora, solo que la “invitación” a abrirse las venas ha sido sustituida por la multa, el regreso de la censura, el despido o la muerte civil.
Ya ha habido gente entre rejas, como la funcionaria de Kentucky, Kim Davis, por negarse a conceder licencias de matrimonio a homosexuales, desafiando al Supremo de EEUU. Es decir, ya hay presos políticos o de conciencia, como Solzhenitsin en la URSS, por atreverse a defender la verdad y por no secundar sentencias arbitrarias e injustas como la del alto tribunal norteamericano.
También el marxismo convirtió un delirante timo en verdad científica y lo impuso luego a millones de seres humanos mediante férreas dictaduras. Pero la ideología de género es, si cabe, más letal porque el marxismo sólo pretendía una sociedad sin clases, y lo que la ideología de género pretende es una nueva humanidad donde no exista la familia. El objetivo del nuevo totalitarismo ya no es el Palacio de Invierno de los Romanov sino la cuna de la civilización: la familia y el matrimonio, con el agravante de que el ataque es insidiosamente sutil: ahora se lanza en nombre de la libertad.
No hace falta ser un lince para adivinar un resultado que ya es inocultable: Europa –más incluso que EEUU, en cuya sociedad anidan restos de libertad- camina al precipicio, al negar sus raíces, y al condenarse a sí misma a la esterilidad –de hijos, pero también de ideas, de vitalidad económica, de proyectos-, mientras nuevos bárbaros, con turbante y chilaba, se infiltran en el imperio dispuestos a tomar el relevo demográfico
Ideología de género y el Ataque a las Familias
Las familias cristianas padecen diariamente ataques en el mundo entero. La ideología de género es sostenida, promovida y practicada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que depende de las Naciones Unidas (ONU), y por numerosas instituciones de educación y de sanidad que tienen su sede en los Estados occidentales (Norteamérica, Europa occidental y Australia-Nueva Zelanda). Todo país que rechace unirse a esta ideología viene sancionado: por ejemplo, los Estados débiles y pobres son penalizados a nivel de ayudas para el desarrollo. Se ven condicionados a aceptar la ideología de género. Esta verdadera colonización afecta al conjunto del continente africano, en particular al África subsahariana, pero también a Asia y América latina.
El Papa Francisco, durante su viaje apostólico a Manila, no dudó en denunciar con fuerza una «colonización ideológica contra la familia», que intenta destruirla introduciéndose y difundiéndose en las sociedades y culturas de los países en vías de desarrollo. En el n. 56 de su Exhortación apostólica post-sinodal Amoris Lætitia, critica fuertemente la ideología mortífera de género «que niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y mujer. Presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer». El Cardenal Francis Arinze, comentando estas palabras del Papa Francisco, dijo que «los medios se han acostumbrado a desfigurar, secularizar e incluso comercializar el matrimonio y la familia». Esto es muy evidente en los programas impregnados de erotismo y de pornografía, que se dirigen también a los niños: en muchos países occidentales, después del jardín de infancia, los niños son reeducados, es decir, que se manipula y contamina sus conciencias con la ideología de género. En ciertos países, las familias no tienen elección. Así, en 2006, en Alemania, quisieron obligar a una familia cristiana protestante de ocho hijos a participar en experiencias escandalosas en virtud de la educación sexual. Los padres decidieron no volver a enviar a sus hijos a esas clases; ¡y fueron condenados a pena de prisión!
Obispos Argentinos en su Declaración sobre la Masonería:
Los ataque contra la familias cristianas, la cual tiene su origen en el matrimonio uno e indisoluble; “El Marxismo y la Masonería tienen un ideal común (…). Para lograr sus fines, la masonería se sirve de alta finanzas, alta política y de la prensa mundial; el marxismo se vale de la evolución social y económica contra la patria, la familia, la propiedad, la moral y la religión”.
La corriente filosófica que actualmente encarna la navaja que mutila metódicamente la sociedad, ensañándose con su médula vital -el matrimonio y familia- es la llamada “ideología de género o feminismo de género”.
La familia, es efecto, la que forja al hombre y a la sociedad humana. Hay un dicho que algunos atribuyen a Platón, que dice: “Dejadme hacer las canciones de un pueblo y no me preocupare por quien haga sus leyes”. Porque se logra más influyendo en la cultura, aquí simbolizada en los cantos, que en la misma legislación. Aunque el verdadero objetivo, como se ve es la transformación de la cultura para luego transformar la leyes. Lo que
platón dice que los cantos, quienes están detrás de la ideología de género lo hacen con la familia. Cámbienos la familia y no importará las leyes, las cuáles podremos cambiarlas más adelante cuando haya cambiado la familia. Las nuevas corrientes filosóficas y políticas han hecho suya una frase que se encuentra en el Manifiesto Comunista de Karl Marx y Frederick Engels: “Abolir a la Familia”.